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Animales políticos

Decía Aristóteles, allá por el siglo III a.C., que «el hombre es un animal político». Tras mucho tiempo de juego parlamentario, le hemos dado la vuelta a la frase para hablar de «animales políticos». De esos políticos que sobresalen sobre el resto por tres cualidades: defender un discurso claro, disponer de capacidad de negociación y tener un carisma arrollador.

Paradójicamente, hoy estos perfiles son el «lince ibérico» de la política española. Majestuosos cuando se dejan ver, pero hay pocos y están en peligro de extinción.

Hoy la elegancia brilla por su ausencia. Muchos años de más marketing y menos mensaje han transformado la arena parlamentaria de una de «animales políticos» a otra donde sobra el segundo sustantivo.

Visibles y prescindibles

La crisis del COVID-19 nos ha mostrado la cara más fea de algunos. Posiblemente, en el peor momento de la historia reciente de nuestro país, algunos han hecho de la campaña electoral su ideología.

Leones en defensa de sus intereses electorales; gatitos cuando hablamos del interés general. Líderes que ha decidido centrar todos sus esfuerzos en acabar con el de enfrente. No importa el coste, su prioridad es la victoria electoral.

La norma: torpedear todo lo que huela ajeno. Hablo de políticos sin propuestas, sin alternativas y que no saben medir las consecuencias de sus actos, especialmente para aquellos por los que trabajan. Protagonistas de teatrillos lamentables en los telediarios, de enfrentamientos estériles e indignaciones fingidas en las tribunas… y también de la náusea de sus espectadores.

¿Cuál beneficio hay en todo esto? ¿Es necesaria esta escenificación de la diferencia en un tiempo en donde la ciudadanía te pide unidad? ¿De verdad puede haber un gobierno, sea cual sea el color, que no quiera proteger a sus ciudadanos y salir de esta crisis cuanto antes?

Pero no todo está perdido. Quizás no sean «animales políticos», pero hay muchos que son imprescindibles. Muy a menudo invisibles, son los políticos que bajan de su escaño para mancharse los pies en el terreno y trabajan todos los días para salir de esta.

Muchos alcaldes, concejales, diputados, consejeros y presidentes de todo tipo y color se están dejando la piel para sostener la vida y economía de sus compatriotas. A estos debemos reconocerlos y protegerlos.

Es el tiempo de ceder

Se dice que hay «tiempos» en la política, en los que se defiende una u otra posición según la actualidad. No creo que me equivoque si digo que es bastante generalizada la idea que este NO puede ser el momento de defender el interés de partido por encima del de país.

No estoy pidiendo eliminar la crítica política o la rendición de cuentas. En absoluto. Obviamente ha habido (y habrá) errores en la gestión de esta crisis a todos los niveles y habrá que determinar responsabilidades. Es más, será bueno porque hará más fuerte a nuestra democracia.

Lo que pido es dar sentido a la palabra política. Volviendo a los antiguos griegos, que la política vuelva a ser «el arte de lo posible».

Hagámoslo posible. Superemos la rigidez de las ideologías y hablemos de propuestas y de futuro. La sociedad exige soluciones, que lleguemos a acuerdos y reduzcamos incertidumbres.

Es tiempo de ceder, todo el mundo, y de llegar a ese virtuoso punto donde nadie se siente cómodo, pero donde el resultado es excepcional. Si en Aragón lo hemos conseguido, ¿qué nos lo impide hacerlo a nivel nacional?

El futuro de este país, de Europa y de la legitimidad de la democracia depende de nuestra capacidad de ponernos de acuerdo. La política marrullera de frases gruesas y argumentos vacíos solo provoca la erosión de las instituciones que tanto sufrimiento nos ha llevado conseguir.

Dejemos de ser «políticos animales» para volver a ser «animales políticos».

Consultor en redes sociales, diseñador y fotógrafo. Presidente del Colectivo Paso Alto. Friki de manual.

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